(13) la vanidad del mundo
Here is the phrase "la vanidad del mundo" in context in a book published in 1528. (The full text is online at Proyecto Filosofía en español.)
Antonio de Guevara,
Libro áureo de Marco Aurelio (1528)
Prólogo
Comiença el Prólogo dirigido a la Sacra, Cessárea, Cathólica Magestad del invictíssimo semper Augusto, el Emperador Nuestro Señor, don Carlos, Quinto de este nombre, por la graçia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, etcétera. Embiado por fray Antonio de Guevara, de la Orden de los Frailes Menores de Observançia, Predicador en la Capilla de su Imperial Maiestad, sobre la translaçión que hizo de griego en latín, de latín en romançe, al libro llamado Áureo, el qual habla de los tiempos de Marco Aurelio, decimoséptimo Emperador de Roma.
La mayor vanidad que hallo entre los hijos de vanidad es, no contentos ser vanos en la vida, procuran aya memoria de sus vanidades después de la muerte. Parésçeles que, pues estando en la carne al mundo sirvieron con obras, desde la sepultura le offrezcan a más no poder sus voluntades. Yo iuraré iuren los tales que, si el mundo les diera perpetua vida, para siempre ellos permanesçieran en su locura. Paresçe que esto sea verdad, porque todo el tiempo que naturaleza los tuvo en esta vida sin occuparse en otra cosa, en serviçio del mundo emplearon la vida. Los que son del mundo, biviendo en el mundo, no es mucho que sirvan al mundo; pero lo que nos escandaliza es por qué después que les atajó los passos la muerte, sin que tome gusto la carne quieren oler a la vanidad del mundo en la sepultura. No se suffre que vean todos el fin de nuestra vida y ninguno jamás vea el fin de nuestra locura.
Tranquillo cuenta que, estando Iulio César, último dictador y primero emperador, en la Ulterior España, en la çiudad de Gades (que agora llamamos Cáliz) mirando en el templo esculpida la imagen del Magno Alexandro y sus victorias, dio de lo íntimo del coraçón un sospiro, y preguntado por qué sospirava, respondió: «¡O, triste de mí, que en los treinta años de la edad que yo tengo agora, ya tenía Alexandro sojuzgada toda la tierra y estava descansando en Babilonia. Yo, siendo romano, ni he hecho cosa porque merezca gloria en la vida ni dexe fama después de mi muerte.» …
Antonio de Guevara,
Libro áureo de Marco Aurelio (1528)
Prólogo
Comiença el Prólogo dirigido a la Sacra, Cessárea, Cathólica Magestad del invictíssimo semper Augusto, el Emperador Nuestro Señor, don Carlos, Quinto de este nombre, por la graçia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, etcétera. Embiado por fray Antonio de Guevara, de la Orden de los Frailes Menores de Observançia, Predicador en la Capilla de su Imperial Maiestad, sobre la translaçión que hizo de griego en latín, de latín en romançe, al libro llamado Áureo, el qual habla de los tiempos de Marco Aurelio, decimoséptimo Emperador de Roma.
La mayor vanidad que hallo entre los hijos de vanidad es, no contentos ser vanos en la vida, procuran aya memoria de sus vanidades después de la muerte. Parésçeles que, pues estando en la carne al mundo sirvieron con obras, desde la sepultura le offrezcan a más no poder sus voluntades. Yo iuraré iuren los tales que, si el mundo les diera perpetua vida, para siempre ellos permanesçieran en su locura. Paresçe que esto sea verdad, porque todo el tiempo que naturaleza los tuvo en esta vida sin occuparse en otra cosa, en serviçio del mundo emplearon la vida. Los que son del mundo, biviendo en el mundo, no es mucho que sirvan al mundo; pero lo que nos escandaliza es por qué después que les atajó los passos la muerte, sin que tome gusto la carne quieren oler a la vanidad del mundo en la sepultura. No se suffre que vean todos el fin de nuestra vida y ninguno jamás vea el fin de nuestra locura.
Tranquillo cuenta que, estando Iulio César, último dictador y primero emperador, en la Ulterior España, en la çiudad de Gades (que agora llamamos Cáliz) mirando en el templo esculpida la imagen del Magno Alexandro y sus victorias, dio de lo íntimo del coraçón un sospiro, y preguntado por qué sospirava, respondió: «¡O, triste de mí, que en los treinta años de la edad que yo tengo agora, ya tenía Alexandro sojuzgada toda la tierra y estava descansando en Babilonia. Yo, siendo romano, ni he hecho cosa porque merezca gloria en la vida ni dexe fama después de mi muerte.» …
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